La disputa por el poder

En México la sucesión presidencial ha iniciado. Aún faltan dos años para que el actual mandatario Felipe Calderón Hinojosa deje el poder, pero desde ya se perfilan personas y estrategias en la disputa por el país.
El Estado de México es parte estratégica en esta disputa, no sólo por su importancia económica y poblacional sino porque su Gobernador, el priísta Enirque Peña Nieto, se ha convertido en una figura emblemática para la sucesión.

viernes, 21 de noviembre de 2014

CENICIENTA A LA MEXICANA.

Todos hablan de Angélica Rivera, Enrique Peña, su “historia de amor”, las amantes del presidente, las cuestiones privadas que son decisivas para la toma de decisiones en asuntos públicos y visceversa. El tono de muchas notas de prensa con respecto a todos estos tópicos es romántico, poseen un estilo que envidaría la mismísima Corín Tellado, aquella famosa escritora de las novelitas rosas que la revista Vanidades incluía en cada número, mismas que destilaban tremenda cursilería y hacían las delicias de muchachas casaderas y señoras no tan bien amadas, entre otros públicos femeninos menos sujetos al estereotipo. Esa es la narrativa que a mucha gente le agrada y que me estoy autorizando a utilizar en este breve texto porque ¿Qué? ¿Los demás sí pueden ser cursis y yo no?

Regresando al tema que nos ocupa, en serio ¿quién no desea amar y ser amado? ¡Ah, el amor! Con sus goces y sus infiernos, sus mieles y sus hieles, nadie se escapa de sus promesas y de los imaginarios que evoca, más aún si pensamos en una sociedad como la nuestra, cuya educación sentimental tiene sus referentes en las  telenovelas. Por lo tanto, si hay que conocer hechos escabrosos sobre la realidad, estos muchas veces son contados con suavidad y románticamente, porque para cosas grotescas y burdas están las historias de la prole.

Después de las insuficientes explicaciones sobre el palacio, perdón, la Casa Blanca, lo único que ha quedado claro es que Angélica Rivera, ex actriz de telenovelas, es más rica que el Presidente de México. Mientras ella posee la capacidad económica para adquirir varios inmuebles, entre ellos la ahora famosa Casa Blanca cuyo costo es de 7 millones de dólares, su marido, nuestro pobre presidente, apenas tiene unas cuantas propiedades de ínfimo valor y modestos ahorros  que ascienden a un poco menos de 17 millones de pesos. En estas condiciones es evidente que él jamás podría permitirse comprar y dar a su esposa los lujos a los que ella está acostumbrada, entre ellos un hogar digno de una princesa y cumplir con su papel de proveedor. Es una realidad, el presidente es menos pudiente que su mujer.

Es inevitable pensar en las similitudes de la historia de amor presidencial con La Cenicienta, uno de los cuentos más conocidos, traducidos y contados de todos los tiempos. Julien Greimas en su extraordinario análisis semiótico de este cuento de hadas, contabilizo más de treinta versiones distintas que fueron modificadas según la lógica espacio-temporal de la época en la que se contaron. Desde la escalofriante narrativa de los Hermanos Grimm, hasta la versión dulcificada de Disney, este cuento es siempre actual. Greimas explica que es la historia de un casamiento (no es una historia de amor, no hay que confundirse) en la que la heroína vence todos los obstáculos para ascender económica y socialmente, propósito que sólo podía alcanzar mediante el matrimonio.

El pobre Enrique se encontraba sometido a la humillación de realizar quehaceres administrativos menores, el Grupo Atlacomulco era el dueño y señor de la casa en la que vivía y lo tenía muy afanado en estas labores, parecía que su única posibilidad de elevarse económica y socialmente era por la vía del matrimonio, por lo que el héroe de nuestra historia enfocó todos sus esfuerzos en esa tarea y para ello contó con varios adyuvantes, es decir gente que le ayudó en sus propósitos, entre ellos el entonces gobernador Arturo Montiel, Televisa y los poderes fácticos.

Pero eso no era suficiente, había que mostrarlo atractivo para lograr la seducción, tal como Cenicienta, Enrique no era, pero tenía que parecer aquello que no era, aunque es obvio que se trata de un engaño, eso es pecata minuta. Los bellos vestidos y el afán por agradar al Príncipe aparecen en todas las versiones de Cenicienta, ya que estos elementos son vitales para lograr la seducción y el propósito de la protagonista, porque consumarían el engaño mediante la artificiosa apariencia. En este caso, el largo y tortuoso camino hacia el embellecimiento de Enrique había empezado años antes; maravillosos padrinos y madrinas expertos en imagen física, lenguaje corporal y oratoria le habían otorgado sus preciosos conocimientos; esos dones al igual que en una versión medieval de Cenicienta no eran gratuitos, había que pagar un precio por ellos o incluso eran retribución de favores otorgados por la protagonista en el pasado.

La zapatilla es el objeto de identificación de la identidad de Cenicienta, en este caso es claro que nuestra zapatilla es la Silla del Águila. En cuanto la princesa supo que estaba clara y definida la candidatura, no dudó más, él era el indicado ya que esa silla tan especial le iba a calzar a nuestro moderno Ceniciento.

Pero aún había obstáculos a vencer, los denominados oponentes por Greimas, entre ellos una boda religiosa que la princesa había contraído años antes, razón por la cual Enrique y su princesa tuvieron que viajar muy lejos, a un reino muy lejano para formalizar la anulación de este matrimonio religioso y poder de esta manera casarse “como Dios manda”. Fue una hermosa boda, todo el reino estuvo allí. Esta historia de Cenicienta a la mexicana tuvo un final feliz, la princesa de las telenovelas, poseedora de una gran riqueza, le otorgó a nuestro Ceniciento todo lo que no tenía, le dio un bello palacio y sobre todo lo elevó de su humillante condición de pobreza.


MOA.

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